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Opinión. Del lado de la responsabilidad social

Opinión. Del lado de la responsabilidad social

Cristina Valido

Cristina Valido.-

La gran transformación a la que estamos asistiendo pone el imperativo de la competencia por delante de la vida humana. Así lo anticipó Polanyi, (Viena 1886-Ontario1964), uno de los primeros economistas en reconocer que la economía no puede estudiarse fuera del contexto social y político.

Estamos entre otras cosas ante el retroceso, sin remedio, del trabajo asalariado, en la sustitución del contrato fijo por el parcial, de la externalización del trabajo productivo, del auge del contrato temporal y la contratación de autónomos. En Alemania se consolidan figuras laborales de retribución y compensaciones sociales ultra reducidas; Gran Bretaña impulsa el “contrato de cero horas”, que permite disponer a voluntad de los trabajadores para funciones o tareas cambiantes; y cada vez más empresas fabrican o compran en Asia y crece la venta a través de plataformas on-line.

El descenso de las condiciones y derechos laborales anticipan el debate del fin del trabajo como lo conocimos y se hace urgente que los gobiernos establezcan las medidas que permitan garantizar una competencia compatible con las condiciones laborales dignas y de soporte del tejido productivo ante el poder del sector financiero y la deslocalización de las empresas. Se deben corregir los agujeros legislativos que permiten la elusión del pago de impuestos y reducir la sangría fiscal ejercida sobre las clases medias, que a su vez encuentran cada vez más difícil conseguir un empleo estable.

En el plano individual se puede plantar cara a la mercantilización de la vida: cada vez encontramos más cadenas de valor basadas en el comercio justo, empresas cuya política laboral debe ser difundida para el refuerzo y la preferencia por las buenas praxis y el fomento del empleo digno.

Se puede rechazar y condenar el consumo de plásticos, y también de los bienes o servicios que nos ofrecen las empresas deslocalizadas, empresas que acuden a paraísos fiscales y no contribuyen al sostenimiento del estado de bienestar que defendemos, que no generan empleo en la comunidad que les proporciona pingües beneficios; sí, aquellas empresas que no cumplen con la igualdad y los derechos de sus trabajadores. Tenemos que poner la comunidad en el centro de nuestras acciones más cotidianas.

Nuestra sociedad, la de la defensa del sufragio universal, la educación y la sanidad gratuita, debe decidir si quiere conservar sus avances y luchar para evitar que las necesidades de los mercados financieros sigan pasando por delante de las necesidades de las personas. Podemos resignarnos como si nada de lo expuesto fuera evitable, o podemos entender que la suma de las acciones individuales puede cambiar políticas de empresa y de la banca en todo el mundo. Eso sí, cuando la sociedad civil se ponga, de verdad y con todas las consecuencias, del lado de la responsabilidad social.

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