Opinión. ¡Vaya un cuadro!
Mario Cabrera.-
Pocos asuntos relacionados con el Parlamento de Canarias han generado tanta atención mediática durante estos últimos años como el de las opiniones sobre las pinturas ubicadas tras la mesa presidencial.
Ya lo habrán visto. Después de que ‘Diario de Avisos’ publicara hace unos días una información al respecto, la noticia saltó al ámbito nacional cuando ‘El País’ dedicó dos páginas a informar. TVE y Telecinco también elaboraron varios reportajes. Arturo Pérez Reverte redactó un tweet y luego algunos columnistas locales hasta aportaron sus opiniones.
Hablo de debate mediático porque, realmente, entre los diputados y miembros de la Mesa apenas se ha tratado, creo que porque todos coincidimos en que no es una cuestión prioritaria.
Ni si quiera es urgente, puesto que se lleva esperando para tomar una decisión al respecto desde al menos 1991, que me dicen que fue cuando Lorenzo Olarte lo planteó por primera vez.
Pero sí opino que, transcurridos 25 años desde entonces, ya era el momento acordar qué hacer.
Para ello lo que hice hace un año fue plantear a la Mesa que, de acuerdo con el convenio de colaboración que el Parlamento tiene con la Academia de Bellas Artes, pidiera su opinión.
Y los académicos fueron más allá.
Aportaron una información que desconocía sobre un caso asimilable: cada vez que hay un Pleno, el Parlamento de Andalucía cubre con telas un retablo del siglo XV ubicado en la trasera de su mesa presidencial. El resto del tiempo se descubre para que pueda ser observado por quien quiera
¿Por qué creo que se debe valorar esta opción para los cuadros del Parlamento de Canarias?
Pues porque, más allá del valor artístico de estos cuadros de comienzos del siglo XX, desde mi modesto punto de vista reflejan una visión romántica e idealizada de un suceso cuanto menos trágico: el empleo de una niña como garantía de sometimiento de un pueblo al conquistador.
¿Nacionalismo? ¿guanches? ¿godos? ¿europeos? ¿independencia? No. Nunca hemos hablado de eso. Por supuesto que también se podría, pero no es el caso.
Lo que planteo es que en este recinto parlamentario no sigamos debatiendo sobre derechos de las mujeres, defensa de la infancia o igualdad de sexos bajo unas pinturas que idealizan el uso de niñas como herramienta de sometimiento y control de un pueblo. Sea el pueblo que sea.
Personalmente creo que lo mejor sería trasladar los cuadros a otra ubicación, pero si el criterio técnico plantea la alternativa de cubrirlos con telas seis días al mes (que son los que se destina la sala a sesiones del Pleno del Parlamento), tampoco me parece mal.