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Opinión. Ante la España centrífuga

Opinión. Ante la España centrífuga

García Ramos

Juan Manuel García Ramos.-

Ante el proceso de centrifugación de la España postconstitucional de nuestros días impulsado por vascos y catalanes y en particular invocado por voces como la del presidente del Partido Nacionalista Vasco, Andoni Ortuzar, quien no ha dudado en reclamar derechos históricos tanto para su Euskadi como para la Catalunya de Junts per Catalunya, Ezquerra y CUP, los nacionalistas canarios no solo tendríamos que lamentar cómo somos y hemos sido preteridos por esos nacionalismos subestatales españoles, sino recordarles a Ortuzar y al resto de líderes catalanes que si se trata de hablar de derechos históricos aplicados a los territorios que actualmente conforman la España autonómica, sería Canarias la que gozaría de prevalencia en ese tipo de reconocimientos nacionalistas.

Como decía François Miterrand, y me recordó José Carlos Mauricio en una jugosa y reciente conversación, la historia siempre es posterior a la geografía. La historia que, por otra parte, es, por su misma naturaleza, subjetiva, mientras la geografía es mucho más objetiva e inalterable. Es decir, inamovible. En este sentido, y ahora recordando algunas guardadas entrevistas aparecidas en su día en el diario La Provincia, de mi antiguo profesor Antonio de Bethencourt Massieu, Canarias, ante Euskadi y Catalunya, podría invocar derechos nacionalistas tanto geográficos como históricos muy superiores a esos territorios peninsulares mencionados. Por un lado, por su lejanía del continuum estatal español, por otro lado, porque es el único pueblo de esa España que podría acogerse a su pasado colonial cuando se habla de posibles procesos de autodeterminación.

Al Euskadi y Catalunya no ser regiones ocupadas por una potencia extranjera, sus derechos nacionalistas de autodeterminación tendrían serias dificultades a la hora de ser reivindicados ante tribunales internacionales, cosa que sí podría reclamar Canarias con posibilidades más que evidentes, lo que vio con claridad en 1978 el Gobierno de Adolfo Suárez y, en concreto, su ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, y cortaron de raíz ambos mandando a matar a Antonio Cubillo Ferreira en Argel con sicarios de alquiler, como luego los mismos tribunales españoles demostraron, obligando al Estado a indemnizar al líder independentista canario con 150.253 euros.

A Euskadi y Catalunya habría que recordarles, desde Canarias, que la autodeterminación sin antecedente colonial no es, así como así, un derecho natural o humano de las nacionalidades culturales o lingüísticas, tal y como les dejó claro en su momento a vascos y a catalanes el jurista y líder de la legendaria Junta Democrática de los años setenta, Antonio García-Trevijano.

Al día de hoy, no sabemos qué pasará con la España autonómica actual en manos de don Pedro Sánchez y de los confusos tiempos políticos que vivimos, pero es bueno recordarles a ciertos dirigentes de los nacionalismos vasco y catalán que no se pongan alegremente a la cabeza de una posible centrifugación o dinámica confederal del Estado español aludiendo a derechos prioritarios, pues ante Canarias al menos no gozan ni de esas prerrogativas ni de esas privilegiadas posiciones de salida.

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Beatriz Calzada

Aunque el nacionalismo canario actual, el representado en las instituciones municipales, insulares, autonómicas y estatales, no está, en estos momentos en las tesis y actitudes rupturistas que manejan e imponen hoy organizaciones nacionalistas vascas y catalanas de vanguardia en el debate de la territorialidad española, ello no quiere decir que el nacionalismo canario haya abjurado de sus aludidos derechos geográficos e históricos a la hora de homologarlos ante instancias internacionales. Ojo con eso, y tengan la elegancia, vascos y catalanes, de citarnos cuando se refieran a nacionalismos no estatales encuadrados en el Estado español actual.

En cualquiera de los casos, siempre es bueno saber de qué realidades históricas y geográficas partimos canarios, vascos y catalanes. Sobre todo, para ponernos cada uno de nosotros en nuestro sitio y evitar que algunos se autoproclamen en el Ruedo Ibérico nacionalistas de primera y olviden por el camino los orígenes de los que cada una de esas nacionalidades arrancan, con sus ansias de consolidación pacífica en un mundo ‒imposible negarlo‒ cada vez más interdependiente. Cuando Andoni Ortuzar hable de derechos históricos de las nacionalidades subestatales de la España actual ha de tener en cuenta algunas de las precisiones que hemos hecho a lo largo de estas líneas.

La geografía y la historia validan a Canarias como nación desde hace ya algunos siglos, antes y después de la Revolución Francesa, antes del Antiguo y después del Nuevo Régimen,  aunque los contenidos específicos de esas asignaturas que informan al respecto no se impartan con rigor, al parecer, ni en las ikastolas vascas ni en las escuelas catalanas de ayer y de hoy.

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