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Opinión. Canarias entre dos monarquías

Opinión. Canarias entre dos monarquías

García Ramos

Juan Manuel García Ramos.-

Las dos monarquías en cuestión son la monarquía parlamentaria española y la monarquía ejecutiva marroquí. Estamos entre esos dos fuegos, jugando a la pasividad de la primera y a las ambiciones anexionistas de la segunda.
Canarias, la vieja colonia del desaparecido imperio español, de pronto ha adquirido una dimensión geopolítica inesperada debido a sus subsuelos marinos, donde si los cálculos del equipo científico británico que exploró el volcán Tropic desde el buque James Cook son correctos, en ese monte hay cobalto suficiente para construir 277 millones de coches eléctricos (54 veces la flota mundial actual) y telurio bastante para fabricar paneles solares que cubrirían por sí solos la mitad del consumo de electricidad del Reino Unido, la séptima potencia económica del planeta. Estamos hablando de un yacimiento submarino a 269 millas náuticas al sur del puerto de La Restinga, en la isla de El Hierro.


Esas dos monarquías rivalizan hoy en la explotación de esas riquezas atlánticas y disfrazan sus apetencias con leyes muchas veces ilegales para apoderarse de lo que no es suyo. Desde el primer mes de 2020 todos los partidos políticos canarios sin excepción se apresuraron a denunciar los afanes marroquíes por adentrarse en el Atlántico al sur de Tarfaya y entrar en conflicto con las aguas de nuestras islas. Después de 44 años de ocupación ilegal de los territorios no marítimos saharianos, Marruecos decidió entonces consumar su expansión extendiéndola a las costas oceánicas que van desde Tarfaya a La Güera y delimitando desde esos puntos cardinales las consiguientes aguas territoriales (12 millas náuticas), la zona económica exclusiva (200 millas) y la plataforma continental, lo que en resumidas cuentas significa abarcar 350 millas náuticas dentro del Atlántico. Los partidos políticos canarios hicieron entonces esa denuncia con tal unanimidad porque ya no se trataba solo de anexionarse el Sáhara de tierra firme, sino de anexionarse nuestro propio territorio marítimo. Y porque en el subsuelo de parte de esas aguas hay petróleo cuya exploración está contratada, con un tanto por ciento por parte de Marruecos, con ENI y Quatar Petroleum, y hay minerales estratégicos, como el telurio y el cobalto, ambicionados no solo por Marruecos, sino por España, que intenta desde 2014 tramitar ante la ONU la adscripción de las aguas al sur de Canarias para acotarlas a su favor y con vistas a su explotación. Monarquía contra monarquía otra vez. Y Canarias como escenario en disputa

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Una disputa sorda entre dos Estados que se dicen amigos y que rivalizan ante la Comisión de Límites de la ONU para extender su plataforma continental más allá de las 200 millas hasta un máximo de las 350, lo que los haría encontrarse en el usufructo de las riquezas del citado monte Tropic, a España extendiendo su dominio al sur de la isla de El Hierro y a Marruecos extendiendo su dominio al oeste de las anexadas riberas saharianas. Ignorar ese contencioso es ignorar la realidad. Pero mientras la monarquía parlamentaria española está gestionada por un gobierno que no quiere pleitos con su país vecino africano y hasta ha renunciado a ser potencia administradora de su antigua provincia del Sáhara ante la ONU, la monarquía ejecutiva marroquí no ha parado de promulgar leyes que la hagan dueña de los territorios que hoy la República Árabe Saharaui Democrática reclama como constitutivos de un nuevo Estado ante Naciones Unidas y el mundo entero.


Y en esas está Canarias. Entre Felipe VI y Mohamed VI. Entre una España que no quiere saber nada de su vieja vinculación con el Sáhara y excluye desde sus posiciones diplomáticas actuales la creación de un nuevo Estado en esos territorios abandonados vergonzosamente en 1975 y un Marruecos que trata de tragarse todo lo que se le ponga a tiro al sur de su demarcación convencional.


Canarias entre dos monarquías que de pronto han entrado en litigio por apoderarse de las minas del Rey Salomón que se encuentran a una profundidad de mil metros por debajo del segundo océano mayor del mundo y a una distancia de millas náuticas semejante entre el sur de nuestro Archipiélago y el oeste de la costa sahariana ocupada de pronto y sin encomendarse a dios ni al diablo por el monarca alauí y su gobierno de turno.


La partida no ha hecho sino empezar y desde el lado marroquí aplauden sus iniciativas padrinos tan poderosos como Estados Unidos, Israel, Francia y, hasta es posible, que el Reino Unido, descubridor de tales riquezas. Desde España no se conoce siquiera moral de juego. Por ahora.

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